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Genealogía cubana.
San Isidoro de Holguín
Publicado por el escritor cubano establecido en París,
William Navarrete, en colaboración con la economista y profesora de la universidad
floridana de Saint Thomas, María Dolores Espino González-Longoria, Genealogía cubana. San Isidoro de Holguín (Ed. Aduana Vieja, Valencia, 2015) se apoya
en el censo o padrón efectuado por un funcionario del Cabildo de la villa de
San Salvador de Bayamo, región oriental de Cuba, en febrero de 1735, en época
en que el incipiente poblado de Holguín (hoy día tercera ciudad de Cuba en
población y recientemente bendecida por el Papa Francisco en su viaje pastoral
a la Isla), no era más que un caserío con 114 viviendas que no había obtenido
aún, por parte de la Corona, el título de Villa.
Dicho censo (Padrón de
las casas y familias y todas las personas estantes y ha(v)itantes de este
pueblo de San Isidoro de Holguín), conservado en el Archivo de Indias
(Santo Domingo, 497) es el primer documento en que se mencionan los fundadores de
la futura Villa. En él aparecen encabezando cada núcleo familiar: el pater familias, su esposa, los hijos que
viven solteros bajo su mismo techo, otras personas vivientes, así como los
esclavos y sirvientes de las casas que disponen de ellos. Entre paréntesis el
funcionario añade la edad para cada uno de los empadronados y, en ocasiones, el
grado militar de quienes se desenvuelven en este ámbito.
Como queda aclarado por el autor en la Introducción del
libro, quienes se han acercado al padrón de 1735 (transcrito con anterioridad
por Peter E. Carr en un folleto sobre censos cubanos de los siglos XVI, XVII y
XVII), no logran identificar, entre quienes aparecen empadronados, a sus
propios ancestros. La dificultad estriba en el hecho de que solo se menciona, y
en ocasiones con errores de transcripción por parte de Carr, el primer apellido
de cada individuo, y se ofrecen datos erróneos sobre los lazos familiares entre
estos. El volumen de 280 páginas propuesto por William Navarrete corrige los
datos ofrecidos, los comenta y amplía según cada caso, añadiendo las fechas de
bautizo, matrimonio y defunción de cada empadronado, mencionando los libros y
folios en el archivo parroquial holguinero en que se hallan y, completando la
descendencia de cada familia hasta los nacidos en fechas posteriores a febrero
de 1735, límite temporal del Padrón.
Holguín es junto al pueblo pinareño de Cortés la única villa
de Cuba que debe su nombre a un conquistador. El sitio le fue otorgado como
hato, encomienda o naboría de indios, a principios del siglo XVI, al extremeño
García de Holguín, al parecer originario de Cabeza de Buen, quien participó en
la expedición de Francisco de Grijalba, enviada por el Adelantado de Cuba Diego
Velázquez de Cuéllar a México, para detener el empuje de Hernán Cortés. Luego,
pasó a las tropas de este último y participó en la captura de Guatemocín
(Cuauhtémoc), último príncipe azteca, el 13 de agosto de 1521. Permaneció el
hato cubano, durante todo el siglo XVI y parte del XVII, en manos de la
descendencia de García de Holguín y empezó a poblarse lentamente, con sus
nietos y bisnietos, hasta que la pérdida por parte de la Corona española de la
isla de Jamaica (1655) ocasionó lo que el autor considera en su libro como una
‘‘explosión demográfica’’, debido a que las villas cubanas de Santiago de Cuba
y San Salvador de Bayamo asimilaron entonces buena parte del éxodo. A partir de
esta coyuntura histórica algunos habitantes de Bayamo (muchos de ellos
exiliados jamaicanos) encuontran asiento en las tierras del noreste (actual
territorio de la ciudad de Holguín).
De este modo, en 1735, el crecimiento de la población
alrededor del hato, originalmente fundado por García de Holguín, obliga al
Cabildo bayamés a establecer un padrón de habitantes. La escasa bibliografía
impresa sobre el siglo XVIII cubano (el autor recuerda que la imprenta llegó a
la Isla en 1723 y se desarrolló muy lentamente) y lo poco que se ha ahondado en
materiales de archivos referentes a este periodo, hacen de este libro una
fuente bibliográfica de gran interés no solo para quienes realizan consultas
genealógicas sino también para los interesados en conocer la composición social
de un asentamiento español tipo en el Caribe antillano.
También recuerda que se ha perdido mucha información por el
deterioro de los libros parroquiales, conservados en la iglesia de San Isidoro
de Holguín a partir de 1729 para los bautizos y de 1730 para matrimonios y
defunciones. Los testamentos y protocolos que se hallan en los archivos
provinciales son también motivo de preocupación. El hecho de que todos estos manuscritos
no hayan sido digitalizados ni copiados, nos dice el autor, y de que la humedad
y la manipulación constante hayan dañado muchas hojas, nos colocan ante a un
patrimonio muy frágil, en peligro de que desaparezca irremediablemente un día.
De ahí, la urgencia de transcribir la mayor cantidad de material posible y de
ofrecer la información más completa a partir de las fuentes que han perdurado.
Una tarea en la que se ha enfrascado a distancia, desde París, durante las
últimos diez años.
En las páginas que preceden al Padrón, William Navarrete
establece la genealogía de 17 apellidos fundadores de Holguín. De ellos,
proceden de la colonia de Jamaica perdida los siguientes: de Almaguer, Hechavarría, de Leyva, Ricardo de Armendía, Pupo (originalmente Ponce de León), Proenza y de la Torre. De
las islas Canarias llegó el primer de la
Cruz, de Villa de Pravia (Asturias) el apellido de Ávila, de Soria el primer Batista
(Batista-Bello de Castro Almira originalmente) y de Córdoba, entre los
fundadores de Holguín, el linaje del
Corral. Completan la lista de genealogías abordadas las de los apellidos de Escalona, de Fonseca (presente en Canarias antes de establecerse en Bayamo), González de Rivera (linaje portugués
establecido en Cumaná, actual Venezuela, antes de llegar a la región oriental
de Cuba), Rodríguez de Leytía
(procedente de Santiago de los Caballeros, La Española), Vázquez de Zamora (sevillano) y, finalmente, Moreno de Navia, Paneque,
de la Peña, de los Reyes, Reynaldos,
Serrano y Velázquez de Cuéllar, establecidos en Bayamo desde el siglo XVI y
principios del XVII. De todos ellos se ofrecen el primer individuo que se
establece en Cuba, así como su descendencia hasta la fecha aproximada de 1750,
en que nacen los últimos hijos de los empadronados en el documento de San
Isidoro de Holguín.
Vale la pena recordar que en materia de genealogías cubanas
los trabajos más completos que han sido publicado corresponden a Historias de familias cubanas (9 tomos),
de Francisco Xavier de Santa Cruz y Mallén, conde de San Juan de Jaruco; Dignidades nobiliarias cubanas y Genealogías habaneras (en 4 tomos),
ambos de Rafael Nieto Cortadellas, así como algunos estudios muy completos de
apellidos publicados por sus autores. Genealogía
cubana. San Isidoro de Holguín se añade, en lo adelante, a las
bibliografías más completas en esta disciplina.
Para adquirirlo: Publiberia (distribuidor para España)
En este libro mencionan a los Ochoa?
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